miércoles, 27 de febrero de 2013

Ceguera

Claudia, junto a su amiga Maria, todos los días caminaba ochocientos cincuenta pasos cruzando cuatro calles que atravesaban hasta llegar al paradero, aquel que ella rogaba que no lo cambiaran.

Ochocientos cincuenta pasos en una ciudad como santiago, en donde muy pocos miraban al lado, con un clima bastante desagradable en toda fecha para ella y Maria.

Por suerte, siempre había alguien que les ayudaba a cruzar la interseccion de calle Rosas y San Martín, donde podían tomar el bus que las llevaría de vuelta a San Bernando, a una hora u hora y media si iba muy llena la locomoción, dejándolas a setecientos veintitres pasos de su casa.

Todos los días el mismo trayecto.

Era eso o no ganarse el pan para comer.

Por suerte, para ellas, siempre salia a ayudarlas alguno de los conserjes de un edificio aledaño.